Terceira es desde el siglo XVI un centro atlántico de confluencia de rutas comerciales, de modo que al puerto de Angra llegaban no sólo de lugares lejanos, sino también de islas cercanas.
Animado por muchos herreros, cerrajeros, carpinteros, zapateros y albañiles, Gaspar Frutuoso elogió la ciudad de entonces porque en ella “todas las cosas necesarias abundan y se venden por las puertas, y se están vendiendo por toda la ciudad, según a la costumbre de Lisboa, excepto el vino y el aceite de oliva, que sólo se venden en las tabernas, y la carne en las carnicerías, con lo que parece, y es, una pequeña Lisboa”.